Todo comenzó en un bar café, me
encontraba sentado al fondo de dicho lugar, con las piernas cruzadas, con la mano
izquierda sosteniendo un diario, mientras la otra llevaba la porcelana con café
hacia mis labios, al momento la luz se bloqueó por un cuerpo esbelto que se dirigía
hacia donde yo me encontraba sentado, era una venus completa: labios perfectos,
rojos como un atardecer de enero, finos como la ceda, dulce cual duraznos; sus
ojos grandes, degradables me traspasaban la mirada, me hipnotizaban, me
abrazaban y descarnaban. Sus pechos me llamaban, me invitaban a crear fantasías
vanas, sus caderas me desarmaban, me llevaban por pasiones de encanto, me conducían por un laberinto
errado.
Era perfecto, su aroma, sus cabellos, sus aires de princesa,
eran perfectas sus extremidades largas, su sonrisa endiablada y tierna; me
cautivaba, me llevaba al cielo y al infierno en una nada.
Mientras mi mente divagaba ella
tomo haciendo en una mesa anterior a la mía, el mesero se le acerco, tomo su
orden y se retiró con el pedido en una mano.
La fantasía volvió a la cabeza y
esta vez ya estábamos compartiendo la cama, no era una mera pasión corpórea la
que nos amarraba, eran nuestras almas las que se extasiaban, las que se brindaban; eran nuestras memorias
las que retenían el tiempo como queriendo terminar con el mal que daña a todo mortal sin sueños.
Fueron prohibidos nuestros actos,
nuestro sudor embriagaba a cualquier humano, ¿Cómo olvidar el momento en el que
nos tomamos y nos devoramos? ¿Cómo querer dejar bajo las mantas los miles de
besos, las caricias que nos arrebataban?
Al rato la ilusión se rompió en
mil pedazos, uno a uno caía bajo el retrato que mis vistas pintaron, eras tú
saliendo del café con un hombre extraño, el posaba su brazo sobre tu hombro
desnudo, mientras tu rodeabas su espalda, sus miradas se toparon en la nada, en
tanto mis sentimientos por dentro explotaban, por dentro las ilusiones
lloraban, y sentía que las esperanzas se volaban con el espeso humo del cigarrillo
que recién había empezado a nublar las mil y un pasiones esbozadas en aires
irreales.
Ese fue el único día que me sentí
enamorado, hoy cumplo 80 años, y 55 de no verte, sigo regando los girasoles y sepultando los días
en recuerdos, aun llevo en el pecho las cicatrices de otros amores, y sigo
frecuentando el bar donde nuestras almas se encontraron, sigo fantaseando, sigo
saboreando el café, sigo degustando tus labios…
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